32 Te conviertes en tiburón

Título original: You Are a Shark (#45).
Autor: Edward Packard.
Ilustrador: Ron Wing.
Fecha de publicación: 1986 (Original 1985).
Número de páginas: 115.
Número de fines: 14 (Buenos: 1 - Regulares: 4 - Malos: 9).

Sinopsis: Visitando un templo nepalí quedas inmovilizado como castigo por tu intrusión. Un monje anciano te dice que el guardián te liberará una vez hayas experimentado vivir como varios animales.

Comentario personal: Lo primero que vino a mi mente cuando acabé de leer este libro fue: qué pena. Qué pena que tenga una serie de fallos totalmente evitables que podrían haberlo convertido en un libro legendario. Y qué bueno es, pero qué pena que no sea mejor.

¿Por qué no es mejor? Bueno, bajo mi punto de vista hay unas cuantas cosas que lastran al libro. Para empezar, no hay objetivo (más allá de sobrevivir a tu periplo animal) y de hecho solo hay un fin que pueda considerarse bueno. Además, los cuatro fines regulares son los clásicos no-fines donde la historia queda a mitad, y en un libro tan anárquico como este es especialmente imposible dar la historia por cerrada considerando su desarrollo. ¿A qué me refiero? Luego vuelvo sobre ello.

Si solo hay un fin bueno y los cuatro fines regulares son cortes abruptos... ¿significa esto que la mayoría de ramificaciones acaban en desastre? Sí y no. Este es un libro engañoso en ese sentido. Se puede observar que hay un bajo número de fines (solo 14, lo que en principio es positivo) pero es debido a que constantemente estás cambiando de forma animal y enlazando con ramificaciones diferentes. Dicho de otro modo: lo que en cualquier otro libro podría acabar desembocando en un fin, Packard lo redirige a una ramificación alternativa sin venir a cuento. Y esto es precisamente lo peor del libro: aun aceptando la premisa inicial de que vivirás como un animal, el autor apenas ofrece continuidad. Puedes elegir ser un halcón, pero un par de páginas más tarde te transformas en un perro porque sí, luego pasas a ser un oso porque sí, luego eres una ballena, luego un lince. Incluso si estás en una situación bastante desesperada, de repente pierdes la conciencia y despiertas siendo un animal diferente. ¿Por qué? Está claro que es un libro de fantasía y que cualquier cosa puede suceder, pero es un poco frustrante la ausencia total de explicaciones y la absoluta aleatoriedad con que todo sucede. Por eso un fin en que acabas convertido en un cerdo en un matadero no puedo considerarlo como malo, ya que la muerte no es inminente y a juzgar por el resto del libro, no se puede asegurar que no vayas a salir del cuerpo del cerdo al día siguiente para convertirte en un elefante.

Afortunadamente esas son las cosas malas. Son importantes, pero no definitivas. La pena es que son, como decía más arriba, evitables. Este podría haber sido un libro con 28 fines (por ejemplo) y sin tanto salto de animal a animal y sería perfecto. Parece que Packard buscase lecturas largas y por eso ideó un libro en el que vas saltando de ramificación a ramificación sin dar con un fin, pero no pensó en que muchísima gente retrocede hasta la última elección y sigue leyendo hasta acabar todo el libro, por lo que no es necesario prolongar cada historia más allá de donde parecía que podía acabar y hacer que renazca en otra línea argumental diferente. De hecho, creo que según las elecciones que hagas el libro puede entrar en un bucle infinito y no llegar a un fin jamás. Error innecesario.

A cambio, este libro ofrece algo único, y me refiero a único de verdad: el protagonista asume la identidad de distintos animales, a veces conservando su conciencia humana y a veces perdiéndola completamente. Esto nos da una narración realmente inteligente y distinta de la de cualquier otro libro, ya que la manera en la que es tratada cada página depende del animal que seas, y obviamente en cualquier otro libro siempre eres un humano. Aquí no, y Packard hace un buen trabajo describiendo la limitada forma de pensar de, por ejemplo, un pulpo, un cangrejo o incluso un mosquito. Es algo realmente original y que hace que este libro sobresalga por sí mismo, ya que a la hora de escoger una relectura habrá otros libros parecidos entre sí pero Te conviertes en tiburón siempre será distinto a todos porque ofrece puntos de vista completamente diferentes.

Como curiosidad, a pesar del -para mí, inadecuado- título, puedes llegar a asumir la forma de cerca de veinte animales diferentes. A veces con mentalidad humana, pero otras muchas, las mejores, con la mentalidad del propio animal. De hecho la parte en que eres un tiburón se reduce a tres o cuatro páginas, no más, pero el fin que ofrece es brillante.

En el apartado gráfico, Ron Wing hace magia. Hay una imagen que se repite incesantemente en el libro: el protagonista tumbado, con los brazos hacia delante (como en la portada, mimetizándose con un tiburón), y a su lado el monje en posición de loto. Pero, en vez de ser un solo dibujo fotocopiado varias veces, Ron Wing dibujó lo mismo desde distintos ángulos, como un juego de cámaras que graba la misma escena desde cuatro o cinco puntos distintos. Realmente es algo digno de ver. Más allá de esto, sus ilustraciones de animales son bastante buenas, algo no demasiado habitual al fin y al cabo. Exquisito trabajo.

En conclusión, un libro fascinante, tremendamente original y diferente al resto, escrito de forma inteligente y muy gráfica, pero que falla en la "sala de montaje" y deja en notable alto lo que podría haber sido excelente.

Puntuación: 8.

4 comentarios:

  1. Este libro es divertido y está bien escrito y bien estructurado con un sistema de lectura muy ágil y muy ameno pero para mí sigue siendo demasiado infantil y esto impide que lo considere como un clásico dentro de la colección . . . mi nota sería un 6 y medio .

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  2. A pesar de ser de lectura fácil su tono infantil lo echa todo a perder !

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  3. A mí me pareció algo soso cuando lo leí de crío... daba la sensación de que podría dar más de sí.

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  4. Lo he releido hace poco y para mi es del top ten de la colección. Imaginativo, novedoso y entrañable, rematado con unas ilustraciones que como bien apuntas redondean el conjunto y ofrecen, con esos planos diferentes del monje y el protagonista inmovilizado, un curioso y gratificante experimento.

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